COVID-19 Y EL ACOMPAÑAMIENTO DE UN PSICÓLOGO

Mónica González Soriano

El COVID-19 no sólo está conllevando una crisis sanitaria, también de la mano trae una crisis en la persona que se extiende a toda una sociedad. Personalmente estamos viviendo los estragos de un virus que afecta a todo un país, contagiados o no. Nos enfrentamos hoy día a una situación que a nivel psicológico presenta unas características muy concretas y especiales.

Por un lado, nos encontramos ante una crisis nueva, no vivida anteriormente, generada por un peligro real, que amenaza en las puertas de nuestras casas, lo que puede conllevar emociones de inseguridad, miedo, incertidumbre, tristeza, frustración, vulnerabilidad, fragilidad, estrés y rabia, entre otras. A este estímulo amenazante se le añade la situación de confinamiento, que trae consigo sentimientos de aislamiento, confusión, impotencia, enfado, aburrimiento, soledad, falta de libertad y control, desasosiego, angustia… Y con esto, las situaciones personales que vive cada uno.

Estamos en una sociedad que sufre, sufren las personas confinadas en solitario, se sienten solas, preocupadas por sus familiares, impotentes y aisladas. Sufren nuestras queridas familias y matrimonios, en su conciliación laboral, en los conflictos, en la atención a los niños. Sufren los enfermos, aislados en sus habitaciones o en hospitales, alejados de sus familiares, viviendo la enfermedad y la crisis en soledad. Sufren las personas que están viviendo dificultades económicas, con carencia de actividad laboral, por enfrentarse a un ERTE o no poder llevar a cabo su labor como trabajador autónomo. Sufren nuestros mayores, tienen miedo, incertidumbre y muchos viven el confinamiento en solitario. Sufren los cuidadores, de personas dependientes, mayores y grupos de riesgo, que se exponen diariamente al contagio e incluso a situaciones de duelo.

Sufren los trabajadores de supermercados, limpieza, transporte, farmacias, y todos aquellos que trabajan de cara al público. Sufren los sanitarios, que se enfrentan a altos niveles de estrés, ansiedad, miedo, impotencia, tristeza, frustración y a situaciones de duelos múltiples sin resolver. Sufren las personas que viven el fallecimiento de un ser querido, al que se le añade la ausencia de acompañamiento en la enfermedad y despedida.

El impacto psicológico de esta crisis, como vemos, es amplio, pero además, puede ser duradero. Este coctel emocional puede desencadenar en cuadros más graves de ansiedad, depresión o estrés postraumático.

Es una realidad que no podemos evitar sentir estas emociones, ya que humanamente responden a la situación que estamos viviendo. Lo que sí está en nuestra mano es aprender a vivirlas, gestionarlas y evitar que el impacto psicológico sea mayor.

Vivimos una crisis nueva, la cual no estamos preparados para afrontar, ya que simplemente no tenemos registro en nuestra experiencia de vivir algo similar. Por ello, es clave contar con la ayuda de profesionales de la psicología en esta crisis, para dar respuesta a la sociedad que sufre y para que, en estos momentos vividos con dolor, incertidumbre, miedo e irrealidad, las personas se encuentren acompañadas y tengan un adecuado apoyo y sostén, para así además no sólo minimizar en mayor medida el impacto psicológico, sino además encontrar sentido a todo este sufrimiento.