El síndrome de Long-COVID afecta a un 5-10% de los pacientes después de recuperarse de la infección inicial por SARS-CoV-2, representando un reto significativo para la medicina hoy en día. Esta enfermedad fue definida como tal por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y cuenta con un código específico en Atención Primaria.

Investigadores de la Universidad Rey Juan Carlos y la Universidad Francisco de Vitoria han publicado un estudio que arroja luz sobre dos aspectos cruciales: la identificación de factores que podrían ayudar a predecir quién tiene mayor riesgo de desarrollar el síndrome; y la exploración de variantes en el gen de la Enzima Convertidora de Angiotensina-2 (ACE-2) para determinar si contribuyen a aumentar la susceptibilidad al mismo. 

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Identificación de síntomas clave y factores de riesgo  

Este estudio aborda la identificación de factores predictivos para el desarrollo del Long-COVID, incluyendo la influencia de variantes en el gen ACE-2 en la susceptibilidad a padecer este síndrome. 

Carmen Jiménez Antona, investigadora de la Universidad Rey Juan Carlos, explica: “En nuestro estudio, evaluamos a 29 individuos previamente infectados por el virus SARS-CoV-2. Los clasificamos en dos grupos: aquellos que experimentaron síntomas de Long-COVID y aquellos que se recuperaron sin ellos a largo plazo. Esta clasificación nos permitió investigar con mayor precisión las diferencias genéticas que podrían influir en la persistencia de los síntomas”.  

Se descubrió que síntomas iniciales como la fatiga, mialgia y dolor de cabeza son indicativos de un alto riesgo de desarrollar COVID-19 persistente. 

Ángel Lizcano Álvarez, investigador de la Universidad Rey Juan Carlos, añade que “factores como haber requerido atención de emergencia, reinfecciones por el virus, antecedentes de enfermedades previas y respiratorias, así como la presencia de niebla mental, también se asociaron con un aumento significativo en la vulnerabilidad a este síndrome”. 

Polimorfismos específicos en el gen ACE-2  

Los resultados de la investigación muestran cómo dos polimorfismos genéticos específicos en el gen ACE-2 influyen en la predisposición al Long-COVID. 

“Descubrimos que ciertas variantes de estos polimorfismos genéticos se asocian con un riesgo incrementado de experimentar síntomas de COVID-19 durante un periodo extendido”, señalan los expertos. 

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“Representa un paso significativo hacia el entendimiento de las interacciones entre nuestra genética y el COVID-19”, comenta David Varillas, experto genetista de la Universidad Francisco de Vitoria. 

Avances en la detección y comprensión de la enfermedad 

Sofía Laguarta Val, investigadora principal del proyecto de la Universidad Rey Juan Carlos, incide en la importancia de los resultados del estudio y en la prevención de una enfermedad disruptiva, dañando la función y la calidad de vida de los pacientes afectados. 

La investigación ha confirmado la presencia de susceptibilidad al Long-COVID en pacientes de primera ola de la pandemia por SARS-cov-2.  

Este proyecto fue financiado por el Colegio de Fisioterapeutas de Madrid, en el que participaron pacientes de la Asociación Madrileña de COVID Persistente (AMACOP). 

Nuevos tratamientos contra el Long-COVID  

Los resultados de este estudio tienen implicaciones significativas para el diagnóstico y tratamiento del Long-COVID. La identificación de estos polimorfismos genéticos ofrece una herramienta para predecir qué pacientes podrían estar en mayor riesgo de sufrir síntomas prolongados. 

El equipo de investigación estuvo formado por un bioquímico genetista, un médico, un enfermero y fisioterapeutas. “Consideramos que el enfoque del tratamiento también debe ser multidisciplinar, puesto que el Long-COVID es una enfermedad en la que se han descrito más de 200 síntomas y una media de 36 síntomas por paciente en población española”, resaltan los investigadores. 

Es crucial realizar investigaciones adicionales con muestras más grandes para confirmar plenamente los descubrimientos actuales y avanzar en el entendimiento de la relación entre la genética y la susceptibilidad al COVID prolongado. 

“El estudio representa un paso crucial hacia una atención sanitaria multiprofesional más personalizada y efectiva en la lucha contra los síntomas a largo plazo del COVID-19”, concluyen.